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viernes, 24 de febrero de 2017

Mi vida después del KonMari

Si nunca has oído hablar de esto, el KonMari es un método de organización desarrollado por una japonesa llamada Marie Kondo. Es un bestseller internacional del que nunca había oído hablar y me enteré de su existencia gracias a una amiga que estaba organizando su casa y me lo recomendó. Me dijo: "antes de botar algo, tienes que preguntarte si ese objeto te trae alegría. Si no te inspira alegría, agradécele por haber cumplido su propósito y bótalo con amor".
Me pareció absurdo al comienzo, porque nunca he tratado a mis objetos cómo a seres vivos. De hecho nunca he logrado entender el apego de los acumuladores a sus pertenencias, se apegan incluso a su basura y tengo una cierta repulsión pero al mismo tiempo curiosidad obscena por estas personas.

En los últimos 10 años he practicado constantemente el desapego a lo material, y a decir verdad a las personas también. He vivido en cuatro países diferentes y me he mudado de casa catorce veces y por esta razón he tenido que aprender a deshacerme de cosas a las que estaba muy apegada. Aún cuando veo fotos de mi vida en Francia o en Brasil me topo con alguna bufanda o una cartera y me pregunto: "¿Dónde habrá ido a parar?". Probablemente lo boté o lo regalé, pues las aerolíneas te obligan a limitar la historia de tu vida a 23 kilos. Cada vez que preparo un viaje y una mudanza, practico una especie de terapia del desapego y del minimalismo. La única excepción han sido mis aretes, aunque ya no los use mucho pues me permiten contar la historia de mi vida a través de mis viajes. Tengo aretes del Brasil, de la India, de Francia, de Italia, de España, de Colombia, de Estados Unidos, de Omán, de Marruecos y todos corresponden a una época de mi vida. Algunos fueron regalos de seres queridos, otros se los compré a poblaciones autóctonas, a gitanos en la calle, o a mercaderes orientales. No son caros, pero son preciados para mí y ya que no pesan mucho, siempre he podido cargarlos conmigo.

Parte de mi colección de aretes

Pues bien, ya entenderán porque el tal del KonMari no me parecía muy atractivo. No soy una persona acumuladora y no siento que tenga que deshacerme de nada desnecesario, y todo lo que poseo lo he escogido muy estratégicamente, además siempre estoy preparada para la próxima mudanza, por eso evito llenarme de chucherías.

Pero recientemente, mis papás se mudaron de nuestra casa de 500m2 de casi toda la vida a otra ciudad, a un apartamento más pequeño y ya se imaginarán todo lo que tuvieron que botar y es poco decir que mi mamá no es muy minimalista con sus posesiones. Dentro de poco tiempo se van a mudar de nuevo a otro apartamento y por esta razón decidí regalarle el libro. Pero antes de que mi mamá pudiera empezar a leer el libro me sentí tan atraída a él que me lo devoré en dos días. Aprendí muchas cosas obre organización, algo en lo que nunca había pensado conscientemente. El KonMari enseña a ordenar las cosas por categorías y a doblar la ropa con amor, acción que genera una sensación de placer zen similar a aquella después de una clase de yoga. El libro también promete una vida de felicidad después de haber pasado por el proceso de reorganizar la casa de arriba a abajo.

Después de leerlo me picó el bicho del orden y cuando regresé a Finlandia, puse la casa patas arriba. Llegué a la media noche y a la una estaba todo fuera de los cajones y del clóset. Mi marido, paniqueado, me preguntó que hacía y que si no estaba cansada después de un viaje de 20 horas. Creo que el KonMari se volvió mi terapia inmediata para poder lidiar con mis sentimientos de regresar al norte después de haber pasado dos meses en Colombia, por eso estaba tan decidida a seguirlo al pie de la letra. Quería sentirme a gusto en mi propio apartamento porque es la primera vez en mi vida que siento que después de regresar a casa no quiero regresar a Helsinki, no sólo por el calor humano de la gente en Colombia sino también por el hecho de que mis papás viven ahora en Barranquilla. Barranquilla es la ciudad más multicultural de Colombia y tiene sólo lo mejor de todas las poblaciones que la han influenciado, es una ciudad con la que me siento realmente conectada. Así que al regresar tenía que lidiar con la tristeza de irme de casa de nuevo y de regresar al frío y la oscuridad. Estaba lista para un cambio radical, para sacar a mi empresa adelante, para conocer personas nuevas pero antes que nada quería sentirme bien en mi propia casa.

Mi cajón de cosméticos perfectamente organizado

Seguir todos los pasos del KonMari no fue fácil. Habían esquinas remotas de mi  casa que ni siquiera sabía que existían, y de las cuáles sacaba objetos que no recordaba (y eso que vivo en un apartamento de 57m2). Tampoco fue fácil deshacerse de fotos, de ropa, de cartas, y mucho menos hacerlo poco a poco. Cada vez que te enfrentas a un objeto tu mente te dice :"Y si lo llegara a necesitar?" "Cuando adelgace me lo voy a poner" "Tal vez me lo pongan cuando me inviten a una fiesta de cóctel" (a la que nunca me han invitado). Es difícil callar esas vocecitas y convencerse de que no, no necesitas todo eso. Esas cosas no te hacen mejor persona, no dicen nada de ti, no hacen tu vida mejor, Solo ocupan espacio, espacio que aunque lo creas o no invade tu mente también.
También hay que tener en cuenta que es un proceso. Es imposible pensar que vas a organizar la casa en un sólo día pues es un proceso mental muy pesado y drenante, en el que debes enfrentar a cada objeto que reside en tu hogar, desde el jabón de ducha que tienes guardado desde hace 6 meses hasta la correa extra de tu perro, o esa tanga que te compraste pero nunca usaste. Mi cabeza estaba constantemente reflexionando, haciendo espacio, pensando en los mejores métodos de organización. Debo decir que lo más difícil para mí fueron los cables. Aparecían cables que no sabía que existían ni a qué pertenecían y debía pensar si los necesitaba o no. Cómo saberlo? Y qué hacer con ellos? Fue totalmente agotador.
Inspeccioné todo en mi apartamento, y nos demoramos unos 15 días. Transformamos la casa y la energía de la casa completamente. Ahora sé donde está localizado absolutamente todo, y tengo una cierta sensación de satisfacción psicorrígida cuando llego a la casa. Tengo má tiempo de encargarme de procesos que requieren mi atención cómo lavar la ropa o darle comida a la perra (a veces se ma ha olvidado) y ahora en vez de organizar, me dedico a cocinar, a meditar o a proyectos manuales cómo cocer cojines con una tela que había comprado en Francia hace unos años y encontré por sorpresa.


A la derecha está el cojín que hice
El KonMari es muy eficaz cuando se trata de lidiar con las emociones y de hacer borrón y cuenta nueva pues tiene una manifestación material muy fuerte ya que te deshaces físicamente de lo que no te sirve. El problema es también que, después de hacer la limpieza material el bicho del orden aún no se ha ido y sientes también la necesidad de hacer una limpieza mental y de deshacerte de lo que no te sirve cómo amistades tóxicas, pensamientos limitantes o patrones nocivos, y esto no es tan fácil cómo botar unas toallas viejas. Es realmente un proceso largo de introspección, de enfrentarse a cosas muy feas y es todo un proceso en el que he entrado recientemente. No sé si las otras personas que han hecho el KonMari también se sienten así, pues lo hice sola. He oído de algunas amigas que lo han hecho pero no han sido tan radicales en el tema pues lo han hecho a medias así que no han tenido esas secuelas. Supongo que después de toda esta limpieza vendrá la felicidad, por ahora estoy muy ocupada vaciando los cajones de mi mente y enfrentando cada cosa por separado. Agotador.

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